Y es que la escritura es esa amante exigente, descampanante y a la vez egoísta. Una compañera dispuesta a jugar con tus ilusiones y de la que no te podrás olvidar jamás aunque te separes de ella. La lectura al contrario, es como esa esposa perfecta que te sonríe cada mañana y que no pide nada más a cambio que estar contigo. Alguien que te da fuerzas en el día a día y que tras terminar la jornada siempre te estará esperando con un beso y un libro entre las manos.
Mujeres, como nos hacen perder la cabeza...
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